“Me enamoré de Madrid en un viaje que hice y decidí que esta ciudad podía convertirse en mi hogar. Me mudé aquí hace casi cinco años, aprendí el idioma, conocí a todo tipo de gente, me empapé de su cultura y empecé a moverme para ir consiguiendo poco a poco lo que realmente quería hacer en mi nueva vida: compartir mi cultura, mis raíces, conectar mis dos Hebas –la palestino/siria y la madrileña–, a través de mi propia ‘casa de comidas’». Es decir, en su hogar, ubicado en el madrileño barrio de La Latina.
Así, empezó organizando un brunch en el que agasajaba a sus invitados con huevos con piñones y sumac, labné, zaatar y una variedad de quesos. Un proyecto que se ha extendido también a celebraciones privadas, restaurantes o espacios de diseño (como su reciente colaboración con Plutarco).
Su cocina –siempre inspirada en los platos de su infancia y con gran influencia en la cocina de su madre– cuenta con elementos de Palestina, Turquía, Grecia y Armenia, haciendo uso de sabores como el ácido y amaderado del sumac, o la dulce y aromática melaza de granada.